Se entiende por español genérico a todo aquel natural que no lo sea del País Vasco, Cataluña, sea navarro, de Galicia o Andalucía, y acaso de Murcia o Extremadura. Este criterio de clasificación se rige, como es apreciable, por la pertenencia o alumbramiento de una persona en el seno de alguna de las casas o ramas culturales e históricas que conforman el Estado español.
La gran característica, con respecto a aquellos, del español genérico es la carencia de cualquier formación cultural definida; al tiempo que el caso catalán o navarro goza de un marcado y rico bagaje cultural, se da la paradoja de este desdibujado trasiego genérico. La única marca destacable interna en la cultura genérica española es un curioso y peculiar afán de dominación, u opresión, y acaudillamiento.
Es claramente apreciable, ya al correr de los hechos históricos, este extraño sentimiento. No obstante, ahondando en la intrahistoria y en la idiosincrasia del español genérico, se puede analizar este elemento cultural. El español genérico busca con ardor la dominación, concretada en su trato a los animales o, sobretodo, en el domeñar a otras personas y la opresión de otros pueblos. Este afán de dominación llega a plasmarse en su estratificación social, pues el español genérico busca, de esta manera, el acaudillamiento por un líder regio y autoritario.
La extensión geográfica donde se da este fenómeno cultural español genérico abarca, aproximadamente, el espacio natural de la meseta central de la Península Ibérica. Por ello, no de forma desacertada, es llamado el español genérico, ambiguamente, castellano. Un natural de Palencia, Ávila o Valladolid, o Madrid, será sin duda un español genérico, al igual que un leonés. Acorde a una aislada zona al sur de la meseta cuyo desarrollo cultural ha sido notablemente diferente del resto, un natural de Toledo ciudad o de Guadalajara pueden ser considerados manchegos.